El sargento Buenaventura Costilla iba recorriendo las
calles, en la estación de trenes del ferrocarril Noreste Argentino en Monteros
(Tucumán), con el cabo Ramón Salcedo, la noche del martes 10 de septiembre de
1929.
La tranquila población de la Villa de Monteros fue
sobresaltada esa noche por una serie de detonaciones de arma de fuego. Los
policías, al escuchar esto corrieron al lugar de donde provenían los disparos:
la playa de la estación.
Apenas llegaron corriendo, cuando desde la densa
oscuridad de uno de los vagones estacionados sobre las vías muertas, salieron
dos hombres armados. El sargento le dio la voz de alto, pero contestaron
disparando sus armas, sin mediar palabra alguna a la pedestre patrulla policial,
recibiendo Costilla cinco disparos sobre su sorprendida humanidad. No obstante
la gravedad de sus heridas, el sargento pudo reconocer a los agresores, un tal
Humberto Paz que fue detenido al instante y a Octavio Medina, que había
conseguido huir del lugar.
Diario El Orden del 10 de setiembre de 1929
-Ven por aquí Quebracho. –guiaba con conocimiento de
la historia del pueblo, el escritor José Abraham Soraire, “El Gorrión” de
Acheral. –Por aquí se encuentra el mausoleo… Yo lo seguía rengueando mi pierna
derecha con la rodilla dolorida por una posible tendinitis…
Numerosos vecinos se presentaron en el lugar, ayudando
al sargento que se encontraba tendido en el suelo. Muchos hablaban de una
emboscada planeada para los policías, porque no había motivo alguno para
semejante ataque a las autoridades policiales.
El sargento herido y su compañero de patrulla reconocieron
al que lo atacó a tiros, manifestando que se trataba de un tal Octavio Medina
que trabajaba en la extracción de ripio en el río Salí. La superioridad
policial con asiento en la comisaría de Monteros, designaron a los empleados
Calle y Pérez para que detengan a Medina, quien fue detenido en la capital
tucumana a la tarde siguiente.
Por la gravedad de las lesiones con arma de fuego, los
médicos decidieron el traslado del herido hacia la ciudad de San Miguel; pero
ya se encontraba muy grave y no resistió el viaje… Murió el viernes 13 de
septiembre de 1929.
-Mira Quebracho. Aquí está el mausoleo del sargento.
Dice: “Sargento BUENAVENTURA DE JESÚS COSTILLA. Q.E.P.D. Caído en cumplimiento del deber el 13 de setiembre de 1929 –
EL PUEBLO de MONTERO reconociendo su arriesgado valor y sacrificio en la
DEFENSA SOCIAL rememora al mártir caído en infausta lid.”
En efecto, el sargento Costilla, la noche del 10 de
septiembre de 1929, sin saberlo, había caído en una emboscada perfectamente
planificada por el delincuente José Santos Quinteros y no como se creía que era
el tal Octavio Medina. Quinteros era un carcelario evadido, “escruchante” audaz
que hacía poco tiempo había mantenido un tiroteo con elementos de
investigaciones en Suipacha, entre Las Heras y 14 de Setiembre. También se
había comprobado que uno de sus acompañantes fue Vicente Sánchez, también
prófugo, señalado como uno de los que robaron en un negocio de avenida Sáenz
Peña e Independencia.
Se comisionaron a distintos empleados de investigaciones
con la orden de detener a los verdaderos autores de la muerte de Costilla. El
parte policial informaba que, conforme a declaraciones de Humberto Paz y a
diligencias investigativas practicadas, Quinteros venía en un tren de aventuras
que terminarían en la jurisdicción de Monteros.
El domingo 8 de septiembre a la mañana, Santos
Quinteros y Vicente Sánchez habían llegado a la casa del vecino Ramón
Barrionuevo, con ellos llevaban a la menor Rosario Suárez, de 15 años de edad,
raptada desde la casa de sus padres en Villa Quinteros. En el lugar, se
dedicaron a beber todo el día; pero justo cuando sale Quinteros a la calle, se
cruza con el sargento Costilla que andaba de ronda por la villa. Costilla lo
detiene por ebriedad, lo traslada a la comisaría, donde pernocta hasta el día
lunes en que se le pasa la borrachera.
Cuando sale en libertad, se dirige a la casa de
Barrionuevo, donde pergeña la venganza en contra del policía. Así es que,
llegado el triste martes 10, Quinteros se dirige a la playa de trenes y,
premeditadamente, llama la atención de la patrulla policial a tiros limpios
realizados al aire. Cuando se presentan los policías, al único que le efectúan
los disparos fue al sargento Costilla. Logrando de esta manera vengarse
sangrientamente del representante de la ley que lo había detenido
anteriormente.
Octavio Medina, fotografía Diario El Orden.
Costilla, equivocadamente cree haber reconocido a
Octavio Medina, pero éste no era su heridor y también pagó caro ese error ante
los policías ávidos por encontrar al culpable, pues sabían que Costilla se
moría.
Caía una de las más calurosas tardes de agosto, con José Abraham nos fuimos del cementerio más antiguo de Monteros, que guarda muchas más historias para recordar, como la de Sixto Ibañe... pero esa es otra historia.
Me despedí de Monteros y del hermoso encuentro nacional de escritores "Tinta Activa", dejaba el pago natal de Segundo David Peralta (a) "Mate Cosido" para volver a mi Salta, también llena de historias similares...
Pero no dejaba de pensar en este hecho que se constituye en una historia más de bandidos y policías…
NOTA.
Las fotografías fueron tomadas en el cementerio de Villa Monteros (Tucumán)
y del diario El Orden de setiembre de 1929. Agradecimientos al personal del Archivo Histórico de la ciudad de San Miguel de Tucumán.