sábado, 12 de septiembre de 2009

LAS HAZAÑAS DEL CACIQUE COLOMPOTO

     Corrían los primeros días de enero del año 1.767 cuando un grupo de 20 indios infieles, entre Tobas, Ocales y Mocovíes, procedentes del interior del Chaco, en dirección al río Grande o Bermejo, utilizando posiblemente la senda de Macomita, se llegaron hasta el Fuerte de San Luis de los Pitos, establecido para cuidar la puerta de acceso a dicha senda, y ante la vista de los soldados “se llevaron su caballería y la caballada de dicho fuerte”, y avisados que fueran los indios de la Reducción del Pilar de Macapillo, se organizaron inmediatamente bajo las órdenes del cacique Colompoto, quien salió en persecución de los vándalos, y después de haber recorrido treinta y tres leguas , les dieron alcance en el Pozo de Yen Laqne, que quiere decir Pozo de la Tinaja, donde acosados que se vieron los enemigos, dejaron abandonados a los caballos para facilitar su huida por el monte, “quedando con el despojo Colompoto, quien volvió al pueblo victorioso” según las palabras del propio Jolís.
     Los indios capitaneados por Colompoto, recogieron los caballos y cuando regresaban, (cuenta el Sacerdote Jesuita Guillermo Furlong en su obra mencionada en nota al pié), se encontraron con los españoles que iban recién, después de cuatro días que los enemigos se habían llevado sus caballos sin que ellos se atrevieran a quitárselos; pero la valentía de los indios del Pilar fue decisiva en este acto de arrojo por algo que no les era suyo, devolviéndole a los españoles la valiosa tropilla.
     Esta no fue la única acción valerosa de Colompoto. Cuenta Furlong que acababa un indio Vilela, llamado Colompoto de dar la vida a 80 soldados que el Sr.(Gobernador don Manuel) Campero envió a una expedición a tierras de los infieles. Estos últimos los tuvieron a los españoles cercados “como a corderos, temblando y llorando como niños”; el dicho indio que iba con los soldados y con otros Vilelas, que allí se encontraban, defendió a los españoles y los sacaron del peligro con felicidad.
     Estas acciones, nunca fueron reconocidas por el gobierno español, ya que en un informe al Virrey del Perú, refrendado por los cabildantes de Salta, en el gobierno de Campero, manifestaron que las Reducciones no les eran útiles para el gobierno de la provincia.
     Pero a pesar de que el gobierno español negara el valeroso comportamiento del Vilela Colompoto y sus hombres, esto no pasó desapercibido a la historia que se empeñó en hacer trascender la osadía del cacique. Ya los expedicionarios del siglo XIX, maravillados no solo por el lugar sino por lo que de él se contaba, comentaban de boca en boca sobre la valentía de estos caciques. Tal es así que el Dr. Emilio Castro Boedo , habiendo salido del muelle del Riachuelo en Buenos Aires, el 5 de mayo de 1.872, en el vapor “Gobernador Leguizamón” de la Compañía de Navegación del Bermejo, capitaneado por el Sr. Natalio Roldán y tripulación compuesta por un Práctico, D Manuel Cabo de Vila, español; un Comisario, D Guillermo Aráoz, argentino; un 2° D. Juan Barboza, Oriental; un Maquinista, D. Carlos N., inglés; un 2° Maquinista Herrero; dos Foguistas, herrero uno de ellos; un Carpintero; un Cocinero; un Mozo de Cámara; un Auxiliar de éste; ocho Marineros y un Contramaestre; como Pasajeros iban un joven Teniente de Línea de apellido Matorras, jujeño; el Sirviente de Manos del Dr. Boedo, llamado Roberto Díaz; y una carga de 80 Toneladas; llegó navegando por el Bermejo, el 10 de julio de dicho año, hasta un lugar donde se asentaban las tribus de la antigua y abandonada Cangayé, observando que los indios le salían del monte llenos de felicidad y atenciones que le hizo reflexionar “el fuerte y vivo pensamiento de quedarme entre ellos para sacrificar mis esfuerzos, mi tiempo y mi vida al mejoramiento general de la condición de almas tan predispuestas al bien.”
     Esta actitud no era de extrañar, ya que estos indios, eran descendientes directos de Colompoto, al que Boedo menciona como “Colompotóp” (pág. 133, punto 75), el cual se encontraba vivo y con alrededor de 120 años de edad; Pero veamos con qué se encuentra nuestro investigador, el Dr. Boedo: "75. Antes de despedirnos, el cacique Pedro nos presentó a su padre, quien dijo llamarse “JUAN JOSE” y reconoció por sus hijos propiamente a Pedro y a Manuel; (aquel compañero de Tucmán que retratamos en página anterior); este indio, aunque robusto, fuerte y activo no debía tener menos de un centenar y cerca de una veintena más de años de edad, como otros dos indios de extraordinaria longevidad y robustez; estos caciques me pronunciaron de suyo los nombres, ya bien conocido por su figura en la historia de las expediciones al Chaco, de los caciques Colompotóp, Lachiriquín y Pasaín, de quien me aseguraron que vivía un hijo, cacique principal también; aquí, en el momento de nuestras paradas D. Guillermo Aráoz sacó vistas fotográficas de estos grupos, y retratos especiales del cacique Pedro”.
     El cacique Colompoto, ahora conocido como Juan José, había resistido al paso de los años y la vida le alcanzaba para transmitir sus altos principios de ayuda al prójimo, no importaba si fuera blanco o indio; enseñanza que se cristalizaba en el comportamiento de su prole y que producían reflexiones tan profundas como la del Dr. Emilio Castro Boedo, pensando en sacrificar hasta su propia vida, por el mejoramiento de aquellas almas tan predispuestas al bien.




MARCELO RUBEN AGUERO URQUIZA
(Investigador de la Historia de El Quebrachal)









6 comentarios:

  1. hols marcelo, realmente me gustó el artículo muy bueno

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  2. Íñigo, Íñiguez, Íñiquiz, Yñigo, Yñiguez e Yñíquiz es un apellido patronímico castellano que significa ‘hijo de Íñigo’. Se extiende tanto en la Península Ibérica como en las Américas.

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  3. El sufijo ez es la forma patronímica de indicar la filiación. Tanto en la España visigótica, como en otras culturas germánicas, era común formar el apellido de un individuo añadiendo al primer nombre del padre una de las formas patronímicas az, ez, iz u oz. De esa manera tenemos a Fernández (‘hijo de Fernando’), Ramírez (‘hijo de Ramiro’), etcétera.

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  4. Marcelo sos un historiador de mucha valía, me encanta el artículo. Claudia

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