viernes, 10 de diciembre de 2021

MARIO SARAVIA "Landriel"

 


Mario Saravia  nació en El Quebrachal, provincia de Salta, en 1978. 

Es empleado de comercio, poeta y escritor. Comenzó subiendo sus escritos en un blog personal y redes sociales. Ha participado en la antología  Brote poético  (2016, Vidamí Editora) y presentó una de sus obras para la Antología SADE SALTA 2021, entre otras.

Publicó dos libros: el poemario  Stalker  (2018, Killa Ediciones) y Formas Humanas (2010, Gerania Editora).

De su producción presentamos: tres poemas y tres cuentos cortos...

NARCISO

Pegada al suelo

Su cara parece de barro

Con la barba enraizada en las baldosas

La boca abierta y la nariz roja.

Miguelito tiene un sueño pesado

Que a las doce lo deja

A la intemperie del día

Como si la vida le fuera

Una noche.

Sueña con un domingo

Sin la procesión de hormigas

Que lo guarda bajo las veredas,

Sueña que su baba de aguardiente

Es un río de leche fresca,

Sueña el pan con mortadela

En una ronda de amigos,

Sueña la risa de un mal chiste.

Sueña puertas afuera

Dónde habita

Como el dios de los escombros

En las siete cuadras de su mundo.

Barre y no barre la surte de perro

Que comparte con sus perros.

Se camufla caracol de los baldíos

En su casa de cartón

Cada vez menos parecido a un hombre

Y recrea los mismos finales

Tirado junto a un charco

Con el reflejo de viejo mal oliente

Y otra vez se duerme

Y decide la orfandad de las viejas

Que ahora barren solas

Los puchos y las botellas

Y decide la soledad de las veredas

En el sueño Narciso

Que lo devuelve hecho flor

En los desagües.

 

AQUA

Una línea de cinco palabras

Más un segundo verso

Y aún no he dicho nada.

Hace noches que planeo un poema

Que termina dormido.

 

Quiero que filtres el humo

De mis branquias,

Que vacies el agua contaminada

Del estuario, mujer pez.

Evitemos el arpón de las aves zancudas,

Y apaguemos un cigarrillo

Pitada a pitada.

 

Hablemos de la puta en la calle,

Como quién divaga una charla

De entre tiempo,

Especulemos sobre sus clientes:

Un viejo de bigotes gruesos

Con sudor rancio y erección intermitente. Regatero.

Un adolescente precoz

Que repite los intentos.

Discutamos si disfruta

Coger como nosotros,

Si volverá mañana a la misma esquina

Porque no le alcanzó para morfar.

Demos por hecho que todo es hambre.

Discutamos de por qué hay vidas que pierden el deseo pero comamos

La última porción de pizza

Y tomemos otra birra,

Metamos los dedos en el queso,

Sobemos la masapan

Y cuando falte el aire,

Abramos las ventanas,

Que nos refresque la tromba

De un mar tropical.

Demosnos un momento siniestro

Y aplastemos los mosquitos en las paredes,

Ajusticiemos la sangre derramada.

Desafiemos al instinto del gato

En la oscuridad sin pensar que mira

Con ganas de tragarnos,

Digamosle que acá hay más hambre

Y que estamos dispuestos a comer

El caviar desovado

Del último sueño.

 

POEMA ENCONTRADO ENTRE LA SIESTA Y LA TARDE.

No se consigue armonía después de putear,

Es lo que te toca, lo que hay,

La vida pasa como pasan las nubes

Y a veces las nubes te llueven.

Tal vez sólo hay que usar un trapo

Y hacer que la superficie brille,

Mirar tu cara en el reflejo,

Leer las microexpresiones

Y descubrir el lenguaje de tu rostro:

El que siempre miras en los otros

Para encontrar la maldición;

Como si el mundo quisiera una guerra.

Pero nos han llevado a eso,

A imaginar que todo

Debe ser un reel simpático y adictivo

Con la banalidad de un bienestar sin matices.

Por ejemplo, si me detengo a contemplar:

Aquí la casa está llena de pelos

Y el aire chispea cuando vuelan,

Pero es hermoso ver cómo juega el gato

Cuando da saltos

Y muerde a la velocidad de su deseo.

Tal vez ese sea el pasaje que hace falta

Para tomar impulso

Y cambiar de rumbo. 


BREVE HITORIA SOBRE EL CAPITÁN ESCORPIÓN

Sobre el cerámico las figuras plásticas emulan escenas bélicas ¿Acaso habría sido un soldado abatido aquello lejos del montículo de raftings? Niño exhausto pelea con el sueño, se obliga a mantener abiertos sus párpados tembleques. Ya casi no sostiene el marote pegoteado de sudor. Un último berrinche. Ahora habitante de otro mundo, respira suave y desparramado.

Capitán escorpión explora cazador. Criatura dedicada. Veo su cola puntiaguda más alta que su cuerpo, busca en la oscuridad bajo el mueble (en las sombras la estrategia de la presa es atiborrarse con sus pares). Yo quisiera ver con ojos de Capitán. En cambio, escuché a la blattodea aterrada por la muerte que avecinaba, claro, si ella supiese del terror. Le había acertado el aguijón en el abdomen y un forcejeo titánico expandía vibraciones a escala, luego el aleteo y repiqueteo de patas quedaron a la luz. Si eso tuviera las dimensiones del cachalote se hubiera derrumbado todo, pero ahí estaba yo, al margen, arrellanado sobre el sillón oyendo su voz telepática: La carencia de razón no es desventaja, humano. El conformismo de ser un órgano que se oxida es peor, para usted la muerte vendrá sin medir fuerzas —Y continuó vaciándome de pensamientos— La mía es una historia que sonará inédita guardada en los escombros. Hay ruinas bajo sus pies y más al fondo otros yacimientos; ahí también habité rondando el laberinto húmedo de las urbes. Humano, usted no salió del mar por su cuenta, miríadas de centurias le llevo de distancia. Acto seguido a su soberbia, murió. Capitán escorpión elevaba sus pinzas en gesto triunfal. Ahí me sobrevino el instinto y sucumbió bajo mi pisotón. El tono caramelo de su armadura se mezcló triturado con las alas marrones de la presa.

Terminados los sucesos cargué a niño en la cuna de mis brazos cuidando el sueño frágil que el zumbido de un mosquito quebranta: tortura en la noche tibia de octubre. Niño a quien vela el silencio sin deseos de despertar en el mundo hostil que lo abraza.

 

 GATOS EN LA MESA

Gato pasea sobre la mesa mientras esquiva los objetos en el mantel. Eleva una pata y se detiene, analiza la superficie con el asombro de la primera vez, sin memoria doméstica ni registros de su pasado salvaje. Modo automático en plena ejecución. Da un paso cola en mástil. Desplaza la articulación blanda de sus vértebras. Una melodía grácil, diría, si sus movimientos tuvieran sonidos. Suelta bellos que enhebran el aire como ofrenda a un día perpetuo. Deleite visual para el Hombre soñador que repite la secuencia en saltos temporales:

Gato pasea sobre la mesa. Zoom, primer plano: bigotes larguicurvos, dientes predadores, vista nocturna, uñas garfias, adaptación perfecta y disfuncional. No sospecha que dispone de lo ya dispuesto en la mesa.

Quien interviene reemplaza personalidades autónomas por sujetos obedientes.

Gato avanza sobre el cuadrillé rojo y blanco del mantel. Selecciona la variedad del menú con el hocico casi pegado al plato, distancia mínima entre nariz y panqueques. Mañana pronta a sofocar. Aire de clima tropical roza la cuidad del valle y una resolana atenta al hombre dormido. La vigilia confunde los lados, trafica tacto y audio sobre las fronteras del sueño y el mundo de afuera. Artefactos y muebles decoran la realidad amalgamada. Pronóstico de lluvias en la radio. Programa de fin de semana, música en reproducción aleatoria, cadencia de Jazz, trompetas: Autumn leaves. Voz en off informa "hora en todo el territorio nacional 10:07", flash informativo, listado de noticias conspiranoicas: una élite poderosa planifica el nuevo orden, control poblacional, microchips de monitoreo humano, terraplanistas, recopilación de fallas en la matrix.

Warning: sistema dañado. Base de datos intenta restaurar el backup.

Gato saborea el tocino en postura relajada mientras mueve las orejas panorámicamente seguro en la soledad. Se lame las patas, elonga. Clava las uñas, raja el tejido con el tiempo y el espacio del mundo. Con la posibilidad de estar y no estar. Se deleita como un niño con caramelos. Hombre lo sueña entre apneas.

Hombre soñando gato: gato mira a hombre soñando a un gato que mira a un hombre soñando. Bucles oníricos con diferencias sutiles: el caos resta las posibilidades de control absoluto.

Gato camina sobre la mesa, mantel cuadrillé azul y blanco, desayuno americano. Radio, jazz: take five. Empuja un plato vacío hacia el piso. Rotura estruendosa. Los vidrios salpican a la redonda y siembran un campo pixelado de cristales. Colapsa el sueño...

Hombre rostro sudado y columna cóncava a la altura de la barriga, abre los ojos inmensos. Frente a él, el universo. Un evento de partículas que se agrupan da forma a la habitación. Espacio, luz, sombras, vértices. Va del sofá a la mesa, mira los restos del desayuno; todo en su lugar como antes del sueño. Voz en off "hora en el territorio nacional 10:07", hombre cambia la frecuencia de la radio. Interferencias. La apaga, levanta cosas del mantel, tira las migas al piso y barre con sensación de deja VÚ. Regresa al sofá y vuelve a dormirse, ronca. Corre brisa por la ventana. Aroma cítrica y petricor.

Gato mira al sofá desde la mesa, come tranquilo, se lame las patas, camina al extremo sobre el mantel y se sienta. Mira a la ventana, calcula, tensiona músculos. Da un salto elástico. Se estira, se alarga, se alarga más. Su cabeza cruza la ventana. Gato desaparece…

 

 EEI-ISS

Las luces de la noche terrestre aún son visibles desde la estación espacial. Del otro lado el sol ilumina como siempre; no ha atenuado su fusión atómica. Bajo la atmósfera, el calor es más ardiente y se filtra por todo el planeta. Ni siquiera la oscuridad ha dado tregua. A su espalda, sin norte, ni lindes, el espacio no se ha movido lo suficiente para deformar las constelaciones: el derecho al cielo es de todos, desde que el hombre alzó la cabeza y comprendió su finitud. El espacio desnudo se llena con una espesura de estrellas. La vista sigue siendo maravillosa. Más allá de sus zonas estériles, seduce con el encanto de la supervivencia. Alejados para no saber de nosotros, están ellos, tal como los ignoramos. Las distancias son suficientes para evitar el contacto…

El amor fue redescubierto por el cosmonauta Alexander Ostro cuando sintió ganas de llorar. Había estado haciendo una caminata de espaldas al gran Archipiélago Malayo mientras la estación avanzaba orbitando sobre el pacífico. Cuando giró, el mar quedó expuesto sin nubes y dejó de sentir la caída libre. Se conmovió por el azul de las aguas que se iluminaban con el sol, y recordó: el día antes del despegue se había sentado con su esposa y su hijo a mirar los veleros que desaparecían mar adentro. En la radio se escuchaba la noticia del viaje, luego la música acaparó la transmisión.

🎶 I close my eyes only for a moment, and the moment’s gone. All my dreams pass before my eyes, a curiosity. Dust in the wind. All they are is dust in the wind…🎶

Rufus corría tras el vaivén de la playa mientras ladraba a las gaviotas. El aroma destilado por las algas y el plancton, la risa del niño, los ojos de ella escondidos tras los cabellos arremolinados por el viento, estaban ahí, suspendidos con él en ese limbo de espacio-tiempo.

Una lágrima empezó a flotar dentro del casco hasta pegar en el visor. Luego rebotó y volvió sobre su rostro. La gota metamórfica reflejaba completa la inmensa esfera. Ostro deseó caerse, ser un objeto adentrando en la atmósfera, quiso desarmarse en el fuego y ser una estela volátil, desvanecerse en el cielo e integrar su materia al mundo que pertenecía. Estuvo varios minutos más de lo previsto hasta el límite de la carga de oxígeno, inhaló expandiendo los pulmones lo más que pudo, mientras volvía para ingresar al transbordador. Ese día a las 7:00 a.m. iniciaron los operativos para el retorno.

Cuando aterrizaron, Alexander Ostro renunció a la exploración espacial; adujo amar a la tierra. El proyecto de la misión tripulada a Marte siguió vigente, él la consideró absurda e innecesaria. Pensó que la continuidad de los hombres no estaba en otros mundos, sino en la tierra. Colonizar otros planetas es el plan de una tierra descartable, y así todo nuevo mundo explorado será destruido, dijo.

 


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