Mario Saravia nació en El Quebrachal, provincia de Salta, en 1978.
Es empleado de comercio, poeta y escritor. Comenzó subiendo sus escritos en un blog personal y redes sociales. Ha participado en la antología Brote poético (2016, Vidamí Editora) y presentó una de sus obras para la Antología SADE SALTA 2021, entre otras.
Publicó dos libros: el poemario Stalker (2018, Killa Ediciones) y Formas Humanas (2010, Gerania Editora).
De su producción presentamos: tres poemas y tres cuentos cortos...
NARCISO
Pegada al suelo
Su cara parece de
barro
Con la barba
enraizada en las baldosas
La boca abierta y
la nariz roja.
Miguelito tiene un
sueño pesado
Que a las doce lo
deja
A la intemperie
del día
Como si la vida le
fuera
Una noche.
Sueña con un
domingo
Sin la procesión
de hormigas
Que lo guarda bajo
las veredas,
Sueña que su baba
de aguardiente
Es un río de leche
fresca,
Sueña el pan con
mortadela
En una ronda de
amigos,
Sueña la risa de
un mal chiste.
Sueña puertas
afuera
Dónde habita
Como el dios de
los escombros
En las siete
cuadras de su mundo.
Barre y no barre
la surte de perro
Que comparte con
sus perros.
Se camufla caracol
de los baldíos
En su casa de
cartón
Cada vez menos
parecido a un hombre
Y recrea los
mismos finales
Tirado junto a un
charco
Con el reflejo de
viejo mal oliente
Y otra vez se
duerme
Y decide la orfandad
de las viejas
Que ahora barren
solas
Los puchos y las
botellas
Y decide la
soledad de las veredas
En el sueño
Narciso
Que lo devuelve
hecho flor
En los desagües.
AQUA
Una línea de cinco
palabras
Más un segundo
verso
Y aún no he dicho
nada.
Hace noches que
planeo un poema
Que termina
dormido.
Quiero que filtres
el humo
De mis branquias,
Que vacies el agua
contaminada
Del estuario,
mujer pez.
Evitemos el arpón
de las aves zancudas,
Y apaguemos un
cigarrillo
Pitada a pitada.
Hablemos de la
puta en la calle,
Como quién divaga
una charla
De entre tiempo,
Especulemos sobre
sus clientes:
Un viejo de
bigotes gruesos
Con sudor rancio y
erección intermitente. Regatero.
Un adolescente
precoz
Que repite los
intentos.
Discutamos si
disfruta
Coger como
nosotros,
Si volverá mañana
a la misma esquina
Porque no le
alcanzó para morfar.
Demos por hecho
que todo es hambre.
Discutamos de por
qué hay vidas que pierden el deseo pero comamos
La última porción
de pizza
Y tomemos otra
birra,
Metamos los dedos
en el queso,
Sobemos la masapan
Y cuando falte el
aire,
Abramos las
ventanas,
Que nos refresque
la tromba
De un mar
tropical.
Demosnos un
momento siniestro
Y aplastemos los
mosquitos en las paredes,
Ajusticiemos la
sangre derramada.
Desafiemos al
instinto del gato
En la oscuridad
sin pensar que mira
Con ganas de
tragarnos,
Digamosle que acá
hay más hambre
Y que estamos
dispuestos a comer
El caviar desovado
Del último sueño.
POEMA ENCONTRADO
ENTRE LA SIESTA Y LA TARDE.
No se consigue
armonía después de putear,
Es lo que te toca,
lo que hay,
La vida pasa como
pasan las nubes
Y a veces las
nubes te llueven.
Tal vez sólo hay
que usar un trapo
Y hacer que la
superficie brille,
Mirar tu cara en
el reflejo,
Leer las
microexpresiones
Y descubrir el
lenguaje de tu rostro:
El que siempre
miras en los otros
Para encontrar la
maldición;
Como si el mundo
quisiera una guerra.
Pero nos han
llevado a eso,
A imaginar que
todo
Debe ser un reel
simpático y adictivo
Con la banalidad
de un bienestar sin matices.
Por ejemplo, si me
detengo a contemplar:
Aquí la casa está
llena de pelos
Y el aire chispea
cuando vuelan,
Pero es hermoso
ver cómo juega el gato
Cuando da saltos
Y muerde a la
velocidad de su deseo.
Tal vez ese sea el
pasaje que hace falta
Para tomar impulso
Y cambiar de
rumbo.
BREVE
HITORIA SOBRE EL CAPITÁN ESCORPIÓN
Sobre
el cerámico las figuras plásticas emulan escenas bélicas ¿Acaso habría sido un
soldado abatido aquello lejos del montículo de raftings? Niño exhausto pelea
con el sueño, se obliga a mantener abiertos sus párpados tembleques. Ya casi no
sostiene el marote pegoteado de sudor. Un último berrinche. Ahora habitante de
otro mundo, respira suave y desparramado.
Capitán
escorpión explora cazador. Criatura dedicada. Veo su cola puntiaguda más alta
que su cuerpo, busca en la oscuridad bajo el mueble (en las sombras la
estrategia de la presa es atiborrarse con sus pares). Yo quisiera ver con ojos
de Capitán. En cambio, escuché a la blattodea aterrada por la muerte que
avecinaba, claro, si ella supiese del terror. Le había acertado el aguijón en
el abdomen y un forcejeo titánico expandía vibraciones a escala, luego el
aleteo y repiqueteo de patas quedaron a la luz. Si eso tuviera las dimensiones
del cachalote se hubiera derrumbado todo, pero ahí estaba yo, al margen,
arrellanado sobre el sillón oyendo su voz telepática: La carencia de razón
no es desventaja, humano. El conformismo de ser un órgano que se oxida es peor,
para usted la muerte vendrá sin medir fuerzas —Y continuó vaciándome de
pensamientos— La mía es una historia que sonará inédita guardada en los
escombros. Hay ruinas bajo sus pies y más al fondo otros yacimientos; ahí
también habité rondando el laberinto húmedo de las urbes. Humano, usted no
salió del mar por su cuenta, miríadas de centurias le llevo de distancia.
Acto seguido a su soberbia, murió. Capitán escorpión elevaba sus pinzas en
gesto triunfal. Ahí me sobrevino el instinto y sucumbió bajo mi pisotón. El
tono caramelo de su armadura se mezcló triturado con las alas marrones de la
presa.
Terminados
los sucesos cargué a niño en la cuna de mis brazos cuidando el sueño frágil que
el zumbido de un mosquito quebranta: tortura en la noche tibia de octubre. Niño
a quien vela el silencio sin deseos de despertar en el mundo hostil que lo
abraza.
Gato
pasea sobre la mesa mientras esquiva los objetos en el mantel. Eleva una pata y
se detiene, analiza la superficie con el asombro de la primera vez, sin memoria
doméstica ni registros de su pasado salvaje. Modo automático en plena
ejecución. Da un paso cola en mástil. Desplaza la articulación blanda de sus
vértebras. Una melodía grácil, diría, si sus movimientos tuvieran sonidos.
Suelta bellos que enhebran el aire como ofrenda a un día perpetuo. Deleite
visual para el Hombre soñador que repite la secuencia en saltos temporales:
Gato
pasea sobre la mesa. Zoom, primer plano: bigotes larguicurvos, dientes
predadores, vista nocturna, uñas garfias, adaptación perfecta y disfuncional.
No sospecha que dispone de lo ya dispuesto en la mesa.
Quien
interviene reemplaza personalidades autónomas por sujetos obedientes.
Gato
avanza sobre el cuadrillé rojo y blanco del mantel. Selecciona la variedad del
menú con el hocico casi pegado al plato, distancia mínima entre nariz y
panqueques. Mañana pronta a sofocar. Aire de clima tropical roza la cuidad del
valle y una resolana atenta al hombre dormido. La vigilia confunde los lados, trafica
tacto y audio sobre las fronteras del sueño y el mundo de afuera. Artefactos y
muebles decoran la realidad amalgamada. Pronóstico de lluvias en la radio.
Programa de fin de semana, música en reproducción aleatoria, cadencia de Jazz,
trompetas: Autumn leaves. Voz en off informa "hora en todo el
territorio nacional 10:07", flash informativo, listado de noticias
conspiranoicas: una élite poderosa planifica el nuevo orden, control
poblacional, microchips de monitoreo humano, terraplanistas, recopilación de
fallas en la matrix.
Warning:
sistema dañado. Base de datos intenta restaurar el backup.
Gato
saborea el tocino en postura relajada mientras mueve las orejas panorámicamente
seguro en la soledad. Se lame las patas, elonga. Clava las uñas, raja el tejido
con el tiempo y el espacio del mundo. Con la posibilidad de estar y no estar.
Se deleita como un niño con caramelos. Hombre lo sueña entre apneas.
Hombre
soñando gato: gato mira a hombre soñando a un gato que mira a un hombre
soñando. Bucles oníricos con diferencias sutiles: el caos resta las
posibilidades de control absoluto.
Gato
camina sobre la mesa, mantel cuadrillé azul y blanco, desayuno americano.
Radio, jazz: take five. Empuja un plato vacío hacia el piso. Rotura
estruendosa. Los vidrios salpican a la redonda y siembran un campo pixelado de
cristales. Colapsa el sueño...
Hombre
rostro sudado y columna cóncava a la altura de la barriga, abre los ojos
inmensos. Frente a él, el universo. Un evento de partículas que se agrupan da
forma a la habitación. Espacio, luz, sombras, vértices. Va del sofá a la mesa, mira
los restos del desayuno; todo en su lugar como antes del sueño. Voz en off
"hora en el territorio nacional 10:07", hombre cambia la frecuencia
de la radio. Interferencias. La apaga, levanta cosas del mantel, tira las migas
al piso y barre con sensación de deja VÚ. Regresa al sofá y vuelve a dormirse,
ronca. Corre brisa por la ventana. Aroma cítrica y petricor.
Gato
mira al sofá desde la mesa, come tranquilo, se lame las patas, camina al
extremo sobre el mantel y se sienta. Mira a la ventana, calcula, tensiona
músculos. Da un salto elástico. Se estira, se alarga, se alarga más. Su cabeza
cruza la ventana. Gato desaparece…
Las
luces de la noche terrestre aún son visibles desde la estación espacial. Del
otro lado el sol ilumina como siempre; no ha atenuado su fusión atómica. Bajo
la atmósfera, el calor es más ardiente y se filtra por todo el planeta. Ni
siquiera la oscuridad ha dado tregua. A su espalda, sin norte, ni lindes, el
espacio no se ha movido lo suficiente para deformar las constelaciones: el
derecho al cielo es de todos, desde que el hombre alzó la cabeza y
comprendió su finitud. El espacio desnudo se llena con una espesura de
estrellas. La vista sigue siendo maravillosa. Más allá de sus zonas estériles,
seduce con el encanto de la supervivencia. Alejados para no saber de nosotros,
están ellos, tal como los ignoramos. Las distancias son suficientes para evitar
el contacto…
El
amor fue redescubierto por el cosmonauta Alexander Ostro cuando sintió ganas de
llorar. Había estado haciendo una caminata de espaldas al gran Archipiélago
Malayo mientras la estación avanzaba orbitando sobre el pacífico. Cuando giró,
el mar quedó expuesto sin nubes y dejó de sentir la caída libre. Se conmovió
por el azul de las aguas que se iluminaban con el sol, y recordó: el día antes
del despegue se había sentado con su esposa y su hijo a mirar los veleros que
desaparecían mar adentro. En la radio se escuchaba la noticia del viaje, luego
la música acaparó la transmisión.
🎶 I close my eyes
only for a moment, and the moment’s gone. All my dreams pass before my eyes, a
curiosity. Dust in the wind. All they are is dust in the wind…🎶
Rufus
corría tras el vaivén de la playa mientras ladraba a las gaviotas. El aroma
destilado por las algas y el plancton, la risa del niño, los ojos de ella
escondidos tras los cabellos arremolinados por el viento, estaban ahí,
suspendidos con él en ese limbo de espacio-tiempo.
Una
lágrima empezó a flotar dentro del casco hasta pegar en el visor. Luego rebotó
y volvió sobre su rostro. La gota metamórfica reflejaba completa la inmensa
esfera. Ostro deseó caerse, ser un objeto adentrando en la atmósfera, quiso
desarmarse en el fuego y ser una estela volátil, desvanecerse en el cielo e
integrar su materia al mundo que pertenecía. Estuvo varios minutos más de lo
previsto hasta el límite de la carga de oxígeno, inhaló expandiendo los
pulmones lo más que pudo, mientras volvía para ingresar al transbordador. Ese
día a las 7:00 a.m. iniciaron los operativos para el retorno.
Cuando
aterrizaron, Alexander Ostro renunció a la exploración espacial; adujo amar a
la tierra. El proyecto de la misión tripulada a Marte siguió vigente, él la
consideró absurda e innecesaria. Pensó que la continuidad de los hombres no
estaba en otros mundos, sino en la tierra. Colonizar otros planetas es el
plan de una tierra descartable, y así todo nuevo mundo explorado será
destruido, dijo.