He
perdido la inocencia ante tu instinto
que
te llevó a sondear por mis caminos,
recorriendo
sus recodos y sus ríos
y
almorzando en mis manjares y mis vinos.
He
perdido mi inocencia ante tus ansias,
imperantes
de placeres conocidos,
que tomaron como tuyos mis anhelos
transformando
en pasión, lo maldecido.
Te
erigiste como el hombre dominante
en
el juego de una vida que empezaba,
saboreando
el placer del caminante.
Y te
erguiste ante el sueño complacido
de
lujurias, ansias locas y favores,
soberano
de la angustia y lo venido.
Te
maldigo pues entonces por mi vida,
por mi afán, por mi ilusión, por mi
demencia,
pues
lograste que hace mucho, mucho tiempo,
transformaras
en angustias mi inocencia.
Marta
Díaz Petenatti- 08-02-2010
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