La
calle estaba muy oscura. Ella apuró el paso sintiendo como sus tacos retumbaban
en el silencio de la noche. De pronto vio la sombra que se proyectaba delante,
casi sobre su misma sombra que ya comenzaba a asustarse. Alguien venía
caminando detrás suyo; pero le llamaba la atención la falta de ruido en los
pasos del extraño.
La
sombra se agrandaba y se achicaba sobre la superficie desigual de los frentes
de las casas. Ella, con la proyección, pudo ver que el extraño llevaba sombrero
alón. El miedo le subía áspero por la garganta y le cortaba la respiración…
Quien
la seguía ya estaba casi encima de ella y cuando ya estaba casi por correr con
desesperación, por el rabillo del ojo pudo ver la sotana del cura que pasó a su
lado siguiendo su rumbo…
-
¡Era un cura! –se dijo calmándose.
Sintió
la necesidad de llamarlo, de decirle que estaba con miedo y si quería
acompañarla un par de cuadras hacia la parada del último colectivo de la
jornada…
-
¡Padre! ¡Padre!
El
sacerdote se dio vuelta quitándose el sombrero y la muchacha cayó sobre la
vereda sin sentido…
El
la vio golpearse en el suelo. Cargó el sombrero sobre su cuello sangrando y
siguió caminando la noche, sin cabeza.
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