jueves, 24 de junio de 2010

ANALIA LA POETA GASOLINERA



Estaba visitando otros amigos a través de una red social muy conocida y encontré que Aldo Novelli, el escritor neuquino, como el mismo lo expresara: "del finiterre sudaca" la gran patagonia argentina, tenía en su portal a esta bellísima joven que se llama Analía L. Norak, escritora con el talento de volver poesía lo cotidiano, lo laboral, lo urbano, las nuevas costumbres y usos sociales. Ella trabaja en una estación de servicio y no pierde sus sueños europeos. Los dejo con ella...

Habla Analía
Nací en un febrero caliente y ventoso de 1986, en el agua que corre por el norte (Picún Leufú) de la provincia del impetuoso (Neuquén), pero yo siempre creí que estaba en París. Allá, en el corral de los choiques, yo veía a los pintores, poetas, magos y bohemios retratando la libertad por las calles de Montmartre, y cuando subía por Cerro Bandera, me sentía en la Colina de París y esperaba con ansiedad llegar a La Place du Tertre...

Nunca conocí a mi viejo, pero siento que no debía ser un mal tipo. Cuando tenía 9 años, una mañana fría y distante, mi vieja salió a comprar yerba para el amargo mañanero y todavía no regresó. Entonces me fui al campo de mis tíos, allí aprendí a cabalgar, ordeñar, clavar postes, arrear chivos y cebar amargos a las 5 de la mañana.

Hasta que una tardecita, el tío se ensañó en demostrarme que "en el campo no hay incesto, ni las minas pueden elegir", y esa noche escapé con mi único amigo, Tony, el potro negro que había ayudado a nacer. Con él llegue hasta las luces de la gran ciudad, y allí supe definitivamente que no estaba en París.

Hace algún tiempo que estoy acá, inventando sonrisas para atentos impostores, y ya no me importa que la nafta esté adulterada, en estos tiempos, están adulterados el agua, la tierra y el aire. 'Al igual que los hombres' me dijo una compañera de la estación de servicio.

Para mí, la literatura es una cosa que hace mucho ruido, un ruido ensordecedor, los escritores están todos lejos o muertos y la poesía...la poesía es cargarle 10 pesos de común, a las 3 de la mañana, a un insoportable con ruedas, y en ese líquido verde-azulado que corre, ver la mansedumbre del las aguas del Sena plateadas por la luna, entonces, sentada en el borde, sacarme los zapatos rojos de taco aguja y mojarme la punta de los pies, mientras balanceo las piernas...

Analía L. Norak

La Poesía Gasolinera
 
CAYENDO POR UN TUBO
Llegó en un inmenso auto blanco.
Él era un bello animal azul,
ojos azules, saco y pantalón azules
y sangre azul,
yo no podía caminar
así que me deslicé hacia él
como cuando una cae por un tubo.

Se bajó y me dijo:
- echale 5 pesos de común, piba -
después dijo algo sobre “trabajo de hombres”
y agregó “hasta a despachar nafta se han metido...”,
y al fin se fue el mugriento,
en su destartalado
y miserable cascajo.

COGOTE DE DAMAJUANA
El tipo vino
y se prendió de la manguera de súper
como si fuera el cogote de una damajuana.
Los ojos le saltaron de las órbitas
y empezaron a rebotar en el piso de la playa,
unos pibes que pasaban
corrieron y aplastaron uno
que rodaba como una bombita de agua,
yo corrí y le arranqué la manguera,
el tipo prendió un carusita
y se lo metió en la boca,
“ POR LOS TRES MILLONES DE DESOCUPADOS” gritó
antes de reventar como un sapo.

Maldito bonzo
esta mañana el trompa me dijo
que me va a descontar los 13 mangos
que se tragó el boludo ése.

LA OTRA PLAYA
En la otra playa
el tipo me dijo:
que se moría por mí
que lo volvía loco,
que íbamos a ver a la cumbia villera,
que si no fuera por mí, se hubiera amargado ese verano
que ya no soportaba más,
que me iba a curtir despacito, como les gusta a las minas,
que me iba a hacer sentir lo que nunca había sentido,
y que sé yo cuántas cosas más me dijo.

Al final, nos revolcamos en la playa esa noche,
y lo único que recuerdo
es esa arena inabarcable y suave
como una caricia.

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