¿Hasta dónde puede llegar la picardía de los
empresarios artísticos de Salta? En los años setenta, dos ejemplos que
resultaron un clásico y, que hoy, pasado el tiempo se los puede recordar
inclusive con humor, en tantas conversas, asado de por medio, o en algunas
piezas musicales que los recuerdan… Dos actores sociales, Cristóbal Capó el
famoso “Doctor Chalita” y Américo Sosa, ninguno quiso perder la oportunidad de
hacerse un dinerillo a costa del público.
En los primeros tramos de la Salta setentera, término nuevo si los
hay, se acomodaba el Politeama Park, en el predio municipal enfrentado al
estadio del Club Juventud Antoniana. Allí desparramaba su calesita de tachos de
200 litros partidos por la mitad, la tumba-lata, las cogotudas botellas y sus
esquivas argollas, la lotería y un pequeño escenario donde se ofrecían
espectáculos artísticos de poca monta y el número especial de la noche: “El
Consultorio del Doctor Chalita” donde Capó atendía problemas del corazón, no
desde el punto de vista de la Cardiología, sino de desengaños y males de
amores. Era muy popular y cada vez que venía a nuestra ciudad, su parque se
llenaba de parroquianos en busca de diversión y esparcimiento colectivo. Los
mozos iban a “tirar el anzuelo” a ver si “enganchaban algo” y las buenas mozas
iban a mostrarse en risueños y divertidos grupos con similares intensiones;
también iban los matrimonios y las
familias en general. Había mucha confianza en “Chalita” y, en esa Salta pequeña
donde todos se conocían, no había tantos problemas de seguridad ni
defraudaciones como en nuestro triste presente; pero como decía mi abuela Coya:
“ojo al piojo”, por ahí a alguno “se le salía la cadena”, (esto último lo digo
yo).
Un día cualquiera, “Chalita” anunció que en horas de la noche, en su
Politeama Park, actuarían nada más ni nada menos que los populares y queridos
Cantores del Alba. La noticia corrió como reguero de pólvora: “-Che, ¿vas a ir
a ver a Los Cantores del Alba?” “-¡Claro, no me los pierdo por nada del mundo!”
El boca a boca fue interminable. Toda Salta se presentaba en el predio del
Doctor Chalita. Solo en una oportunidad se había visto algo así, cuando vino el
cantante de tangos Hugo Del Carril, y en las puertas de la Sociedad Española se
había llenado de gauchos a caballo y paisanas en ancas, atraídos por las mal
interpretadas propagandas de la “L.V.9 Radio Güemes” que según ellos decían:
“Esta noche canta UNO DE EL CARRIL”.
Chalita transpiraba la “gota gorda”. No había tenido en cuenta el
alcance de su “chicana” en busca de clientes. El tenía preparada una tonta
broma; pero la cosa había llegado a mayores. La cantidad de público desbordaba
sus expectativas. Las once de la noche y nada. La gente comenzaba a
impacientarse. “-¡Que salgan Los Cantores del Alba!” gritaban. En una de esas
Chalita se anima y sale al escenario e informa: “-Están un poco retrasados.
Tengan la amabilidad de esperar”. La medianoche y nada. Los gritos no se
hicieron esperar. Los ánimos estaban caldeados, cuando a no se que hora de la
madrugada, Chalita presenta cuatro gallos paraguayos, medio asustados por la
presencia del público intolerable…
-Damas y caballeros… ¡Los “Cantores del Alba”!
El alba encontró a un Chalita con el parque destrozado y toda una
sociedad en su contra, defraudada, malhumorada… pero Salta sabía perdonar.
Hacia 1974 Chalita vuelve con un espectáculo nuevo, un grupo de enanos llamados
“liliputienses” por mantener la armonía corporal pero que no llegaban al metro
de altura. Los mismos manejaban una Estanciera Jeep I.K.A. con pedales de
freno, embrague y acelerador adaptados “largos” y asientos especiales para que
sus pequeños conductores lo hagan sin problemas. Ya nadie hablaba de aquellos
gallos cantores del alba.
Hacia 1978 se presentaba en nuestra ciudad toda la troupe que
encabezaba el famoso yacaré correntino “Margarito Tereré” y la cantante Jovita
Díaz, y compuesta por Misia Petaca, el Mono Capote, Doña Dulzura, el pato
Corbatacuá y Alfajor. El productor de este espectáculo era el músico Waldo
Belloso y su representante en Salta, el empresario y entrenador de fútbol Bruno
Iezzi.
Aprovechando la oportunidad de que el espectáculo se montaba en la
ciudad capital, otro empresario del medio, Américo Sosa, ni lerdo ni perezoso,
arguyó la idea de presentar un falso espectáculo, con personajes “truchos” en
la ciudad de General Güemes. Para lograr que el público en general concurra a
su espectáculo, realizó publicidad por intermedio de la radio A.M. “Libertador
General San Martín” de Ledesma (Jujuy) y por medio de bocinas altoparlantes de
publicidad callejera en la propia ciudad de Güemes, pensando que en Salta esta
novedad no trascendería. Pero ocurrió lo peor.
Bruno Iezzi radicó una exposición en la comisaría de Güemes y, al
mismo tiempo, se comunicó con Belloso –apoderado del grupo Margarito Tereré y
su espectáculo- para que realice la denuncia correspondiente ante la Policía
Federal Argentina en Buenos Aires, donde el grupo había regresado para seguir
actuando y cumplir compromisos firmados con la televisión argentina. Iezzi, que
a la postre era representante legal para Salta y provincias del norte del país,
se había llegado hasta la redacción del diario El Tribuno para terminar de
incinerarlo al audaz Américo Sosa, manifestando que venía a “poner en
conocimiento de la opinión pública que el grupo que se presentó en la ciudad de
General Güemes el día 9 de noviembre no es el de Margarito Tereré, sino un
compuesto por disfrazados que emularon a todos los personajes”. Asimismo
agregaba que las autoridades policiales se encontraban investigando por
constituirse en una estafa al público “y, en especial, a los niños que
asistieron en buen número al espectáculo”. Contó que el empresario Sosa había
disfrazado a su esposa, una cuñada y otros familiares para concretar la ilegal
presentación. Que también el señor Sosa había anunciado la presencia de Jovita
Díaz, pero le dijo al público que no pudo llegar al escenario por haber sufrido
una lesión en una mano.
Por otra parte el señor Bruno Iezzi aclaró que tanto los empresarios
responsables como los integrantes reales del conjunto que dirige Margarito Tereré
“desconocían las maniobras de los inescrupulosos anoticiándose del accionar de
los mismos a través de informes recibidos en la víspera”.
Al día siguiente había un infierno entre Salta y General Güemes. La
noticia se paseaba oronda por Buenos Aires. El conocido músico argentino Waldo
Belloso, junto con Zulema Alcayaga, creadores del espectáculo: “Jovita Díaz y
las Aventuras de Margarito Tereré”, visitaron la agencia de El Tribuno en
Buenos Aires, afirmando que el representante en el Norte del país era Bruno
Iezzi y que había iniciado acciones legales en contra de Sosa por su acción
deshonesta e ilegal, tendientes a resarcir daños y perjuicios y sancionar a
quien a defraudado la buena fe del espectador.
Los gallos del Dr. Chalita y el yacaré trucho de Sosa son imágenes
típicas de la picardía local. Siempre resultó difícil “vender buzones” en Salta,
tal vez por que aquí “no se comen vidrios”. Ahí andan los recuerdos salteños
meta “kikirikis” y “¡Chaaaqueeee! ¡No me pisen la cola!”
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