jueves, 16 de diciembre de 2010

CAFÉ DE LOS ANGELITOS

Quebracho en Buenos Aires

Después de tantas ausencias he vuelto decidido a continuar escribiendo con el mismo empeño de los primeros días cuando empecé este blog. Ausencias relacionadas con exámenes parciales primero y finales después; relacionadas con otras publicaciones y otras investigaciones que me tuvieron alejado un buen tiempo de ustedes apreciados lectores. Por ello, voy a contar todas esas lindas experiencias con amigos en mi viaje a Buenos Aires en el mes de octubre con motivo del Encuentro de Escritores Voces del Viento en Bahía Blanca.

Bien, de regreso a la ciudad autónoma en ese largo viaje en tren desde Bahía Blanca, me vuelvo a encontrar con Gonzalo Zurano, este joven y prodigioso escritor porteño que me brinda hospedaje en su departamento en Haedo y me hace recorrer distintos lugares de la noche porteña. Arrancamos por los teatros de la calle Corrientes, seguimos por Puerto Madero conociendo el magestuoso Hilton entre otros lugares llenos de luces y encantos. En esa zona me llamó la atención que una de las arterias se llamara Macacha Güemes, nominación que nos recuerda a doña Magdalena Güemes de Tejada, hermana del Héroe Nacional el general don Martín Miguel de Güemes. Seguimos recorriendo la noche hasta que entramos en un lugar que me sorprendió de entrada porque siempre había sentido hablar de este café pero nuncia tuve la oportunidad de conocerlo: Café de los Angelitos".


Según lo que pude informarme antes de escribir estas líneas, este emblemático lugar ubicado en Rivadavia al 2.100 esquina Rincón, fue inaugurado por un italiano de nombre Batista Fascio en el año 1890 como Bar Rivadavia para llamarse luego, en 1920 Café de los Angelitos, por una decoración de angelitos de yeso que pusiera un nuevo dueño español, don Angel Salgueiro, para que durante más de un siglo fuera el lugar de encuentro de las figuras de todos los ámbitos de Buenos Aires, políticos, artistas, deportistas pasaron por sus mesas que también inspiraron más de una letra de tango. Quien me dice que en la mesa en la que me encontraba no habría estado nuestro querido Carlitos Gardel, don Osvaldo Pugliese y tantos otros famosos...


En 1992 este lugar se cierra por refacciones, fue demolido a medias y vuelve a abrir sus puertas en junio del 2007, después de una elevada inversión en su arquitectura y decorado. Cuando entramos con Gonzalo, terminaba el espectáculo que ofrece todas las noches. El lugar es muy hermoso, cuenta con un subsuelo donde están los baños y otras dependencias...


Cátulo Castillo y José Francisco Razano compusieron el tango "Café de los Angelitos" que dice así:

Yo te evoco perdido en la vida

y enredado en lo hilos del humo,
frente a un grato recuerdo que fumo
y a esta negra porción de café...
Rivadavia y rincón, vieja esquina
de la antigua amistad que regresa
coqueteando su gris, en la mesa
que está meditando en sus noches de ayer.

Café de los Angelitos!
Bar de Gabino y Cazón...
Yo te alegré con mis gritos
en los tiempos de Carlitos,
por Rivadavia y Rincón.
Tras de qué sueños volaron?
En qué estrellas andarán?
Las voces que ayer llegaron
y pasaron y callaron,
dónde están?
Por qué calles volverán?

Cuando llueven las noches sus fríos,
vuelvo al mismo lugar del pasado
y de nuevo se sienta a mi lado
Betinotti, templando su voz...
Y en el dulce rincón que era mío,
su cansancio la vida bosteza.
por qué nadie me llama a la mesa
de ayer?
Por qué todo es ausencia y adiós?

 
La letra del tango dice en la segunda estrofa: "¡Café de los Angelitos! // Bar de Gabino y Cazón..." Y en esto evoca, según lo que escribieron la historia del café, que cuando éste era el Bar Rivadavia, frecuentaban Gabino Ezeiza, "El Payador del Himno a Paysandú" e Higinio Cazón, otro reconocido payador autor de "Bajo el Ombú Copioso", fallecido en 1914.
 
Cuando se evoca a Carlitos es, sin dudas, a Gardel, ya que en este lugar Razzano, uno de los autores de este tango, firmara junto a Carlos Gardel, como "Dúo Criollo", un contrato para el sello Odeón. También lo gritos de alegría que originara cada vez que el pura sangre de Gardel: "Lunático", encontraba la victoria en Palermo o San Isidro significando ésto una segura puchereada hasta altas horas de la madrugada...
 
La última estrofa nos evoca a la soledad de los autores, después del desastre de Medellín, la caída del café, y los grandes recuerdos que nunca volverían.
 

Tantos recuerdos, tanta vida recorrida entre estas paredes, realmente un grato momento compartido con Gonza en este Buenos Aires lleno de historias urbanas.

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