martes, 14 de septiembre de 2010

EL TERREMOTO DE 1692

Nos encontramos en tiempos “Del Milagro”, como solemos decir los salteños creyentes de la fe católica y, como todos los años nos aprestamos a renovar nuestras creencias en el Señor y la Virgen patronos de nuestra ciudad. En realidad, no son los únicos patronos. Al momento de la fundación, el entonces gobernador licenciado don Hernando de Lerma y el Obispo (quien sería después su peor enemigo) fray Francisco de Victoria, proclamaron como patronos de la ciudad a los santos Felipe y Santiago; luego –nos cuenta la historiadora María Teresa Cadena de Hessling- “El 30 de septiembre se reunió el Cabildo Bajo la presidencia del Teniente de Gobernador Antonio de Alfaro y por sorteo de los santos del calendario y por mano de la niña Petrona Bobadilla, salió en suerte el bienaventurado San Bernardo, como tercer patrón de la ciudad”. De lo que fácilmente deducimos que con el Señor y la Virgen del Milagro, la ciudad de Salta cuenta con cinco patrones tutelares. Recordemos que el adjetivo tutelar significa entre otros conceptos: (Del latín tutelāris). “Que guía, ampara o defiende”.






Ahora bien, la intención en este artículo es hablar de los terremotos que ocasionaron estas muestras de fe. Dónde se detectaron los epicentros y qué alcance tuvieron como catástrofe. Nos referimos a los ocurridos entre el 13 y el 15 de septiembre de 1692. Con respecto al ocurrido en 1844, solo haremos una breve reseña.
Todos sabemos que la provincia de Salta se encuadra dentro de las zonas de riesgo sísmico en la República Argentina. Las fallas geológicas del sistema de las sierras subandinas, la ubican en la zona 4 –para el investigador Eduardo R. Poma- “la segunda más peligrosa del país…(la mayor es la zona 5) …una de las cuales está situada en el parque nacional El Rey”. En las cercanías del actual parque nacional mencionado, hacia 1692 se encontraba la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, la tercera Esteco para algunos historiadores. Esta ciudad se asentaba en la ribera del Río Piedras, afluente del Juramento (por entonces Salado) y ya acusaba síntomas de decadencia con una gran cantidad de deserción poblacional, relacionada por una parte con el ataque insistente de los indios provenientes del gran chaco adyacente a la ciudad; la instauración de una aduana seca en Córdoba y el cierre del puerto de Buenos Aires, lo que encarecía el comercio con esa importante zona; el ataque de fieras a los habitantes, pues se contaba que un grupo de tigres (yaguareté) andaban cebados y habían atacado a algunos niños y, por último, al tratarse de una región con cantidad de pantanos, la existencia de insectos que causaban grandes enfermedades en las personas. También se había observado la caída demográfica, como en toda América andina, de la población indígena, debida en parte a los excesos de los hombres de la colonia, ya sean malos tratos en los trabajos, contagio de enfermedades, matanzas, falta de alimentos y la peor causa de todas, el desgano vital. Por todo ello, hacia el año que ocurrieron los acontecimientos, la ciudad de Esteco tenía solo importancia militar, en lo que a defensa se refiere, como freno para que los indios alzados en malones no llegasen a la ciudad de Salta.


El gobernador de Salta, don Martín de Jáuregui, que había asumido el 12-11-1691, informaba que el día 13 de setiembre de 1692, a las diez de la mañana, hubo en toda la provincia un temblor tan horroroso que sus ciudades quedaron lastimadas, y la de Este3co totalmente arruinada, y convertida en polvo, sin dejar pared de iglesias, casas, ni fuerte, con la pérdida de la vida de once personas, y que el número de las víctimas no fue mayor, debido a que el fuerte sismo al suceder en horas del día, dio lugar a los pobladores a prevenir la amenaza y resguardarse en lugar seguro.


Leyendo el libro de Poma, encontramos que Filiberto de Mena, que consultó la documentación sobre este terremoto y que visitó 60 años después sus ruinas, dice: “…según he leído los documentos… actuados por su Teniente de Gobernador don Juan de Solórzano, dice éste que por justos y secretos juicios de Dios Nuestro Señor (recordemos que en esa época no existía la geología como ciencia y, estas cuestiones eran atribuidas a Dios, como muchas personas piensan en la actualidad), sobrevino a dicha ciudad, un terremoto tan estupendo que en poco más tiempo de una hora (es mucho tiempo para un terremoto, una hora es una eternidad, es suficiente para destruir todo. Aquí se desprende la magnitud del sismo), se arruinaron por los suelos templos, casas y presidios sin que quedase en toda ella, piedra sobre piedra, y después se continuaron consecutivos los temblores de día y de noche con tanto ímpetu que se abrían las brechas en la tierra, y en la misma plaza, por una que se abrió salieron borbollones de agua, con que se inundó casi todo el territorio…”


Poma en una nota aporta que algunas teorías trataron de explicar la inundación que, al parecer, cubrió las ruinas por algún tiempo. Una de ellas sugiere que por el terremoto se formó, con los deslizamientos de tierra, un dique natural con las aguas del río Piedras, las que al ser acumuladas hicieron presión sobre la presa desbordando sus aguas en la zona donde se encontraba la ciudad. Pero –aclara el investigador- una antigua crónica nos dice que “al cuarto día de los temblores, el 13 de setiembre de 1692, fueron los grandes terremotos que desplomaron los edificios y templos de la ciudad… pereciendo las familias bajo los escombros, y luego sumergidas las ruinas por el torrentoso río de las Piedras que, desbordado su cause, se derramó sobre la población asolada, convirtiendo sus ruinas en un lago, que permaneció más de ocho años”. Esto –dice Poma- quizás, es lo más probable puesto que la villa, como hemos podido ver en el plano de Talavera de Madrid, tenía una acequia que tomaba sus aguas del río de las Piedras. Los vecinos que se salvaron de esta trágica experiencia, se refugiaron en el valle de Choromoros (Metán) y en el Fuerte de Nuestra Señora del Rosario (Rosario de la Frontera), lugares éstos a los que se les llamó posteriormente Esteco, debido a los nuevos moradores.


Así fue el final de la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, la que se conoció también como Esteco y que, al sucumbir, dio fuerza al crecimiento de Metán y Rosario de la Frontera. Personalmente he podido ver las ruinas de la ciudad de Esteco, en mi juventud, la que se encuentran dentro de una propiedad privada observándose parte de su emplazamiento. Cerca de allí se encuentra la estación del ferrocarril “Esteco” que también fue víctima de un terrible accidente que la destruyera por completo en un incendio que dejó los rieles enrulados del calor generado por el petróleo en combustión. Pero esa es otra historia.


Ahora bien, la fuerza del terremoto que se originó en Talavera de Madrid (Esteco) tuvo sus alcances en la ciudad de Salta, destruyendo seriamente parte de la Iglesia Matriz y la capilla de San Bernardo, que durante el gobierno de Urizar, se levantaron por tercera y por segunda vez.


Raúl Aráoz Anzoátegui, en 1971, recopila algunas publicaciones del periodista Julián Arenas y las publica como “Medallones del Milagro”, lo que considero un pequeño libro que cuenta mucho y que pude adquirirlo en una de las tantas librerías de usados en la calle Corrientes de Buenos Aires. Allí encontramos que en la mañana del día 13 de septiembre de 1692, comenzaron unos sacudones de tierra que se continuaban y no terminaban nunca, por lo que el vecindario empezó a juntarse en el centro de la ciudad que por entonces era una aldea. Los primeros en llegar fueron los padres jesuitas que tenían el convento de la compañía en la actual intersección de calles Mitre y Caseros. Los sacudones se continuaban como una maldición divina –dice Arenas- Los padres pusieron un crucifijo sobre una peana para hacer oración con todos los asustados feligreses, hasta que alguien se acordó de sacar el “Santísimo Sacramento” encerrado en el sagr5ario de la iglesia matriz que se encontraba al inmediato derrumbe. Es cuando el sacristán Juan Ángel de Peredo, al que llaman “El Pardo”, corre hacia la iglesia de mención y con una llave de casi dos jemes de su mano ancha, abre la puerta principal, ingresando con Pedro de Montenegro, encontrándose presentes entre otras personas el licenciado don Francisco de Ribera y Zeballos y el escribano Pérez del Hoyo. Ingresan con mucho temor porque las paredes amenazaban el derrumbe. Cuentan que en la mitad de la nave central, el trino de un pájaro lo frena en su carrera y es así que descubren que de los dos nichos olvidados y superpuestos, el de la figura de la Inmaculada Concepción de María se encontraba vacío y en parte destruido con sus ladrillones diseminados a considerable distancia. Así descubren que la imagen de la virgen había caído de esa altura al pie del altar, encontrándose intacta y con el rostro vuelto hacia el sagrario.


Rápidamente la levantan:
-Mírale el rostro, desfigurado y descolorido –dice Ribera y Zeballos.
-Pálido, macilento… -afirma Diez Zambrano.
-No, macilento, prieto, renegrido –parécele más tarde al ver repetido el fenómeno, al vicario de La Merced, Chaves Abreu.
Para el sacristán Peredo es un milagro patente. Y la versión se esparce por el pueblo como un reguero de pólvora. Pero dejan a la imagen adentro al sacudirse nuevamente la iglesia haciendo sonar sus campanas. A las horas a pedido del alcalde de primer voto, don Blas Diez Zambrano, sacan a la virgen y la lleva a su casa para brindarle seguridad, ahí se dan cuenta que su peana, el dragón y la luna fueron saltados en algunas partes. Varias mujeres velan a su lado, derramando lágrimas y rezos. Ya le llaman la “milagrosa” al punto que observan sus dedos abiertos entre si, y en los cuales anteriormente no podían ponerle sortijas y ahora si. Así termina este día 13.


El 14 sacan la imagen de la virgen a la plaza mayor (hoy 9 de Julio), la ponen sobre una mesa y la rodean de candelabros de plata. Los ricos le ceden un poco de su lujo. Los fieles se acurrucan en la plaza y acompañan las procesiones que salen de La Merced, de San Francisco y de San Bernardo por las polvorientas callejuelas y terminan en la plaza mayor. Los frailes inician la marcha entonando cánticos y musitando letanías seguidos por el vecindario. También se encuentran indios y mestizos y muchos visten “de oprobio y escarnio, descalzos, con sogas al cuello, algunos de ellos llevando las manos atadas y cubiertos de ceniza”. A todo esto, surge el rumor que el Cristo abandonado habría hecho una revelación a un sacerdote jesuita, por lo que se decidió enmendar ese olvido de cien años.


Al amanecer del día 15 de setiembre, la tierra parece haber concentrado toda la furia. El sacerdote jesuita al que se le hiciera la revelación era el Padre Carrión: “No cesarán los temblores hasta que sea sacado aquel soberano Señor que tienen olvidado”. Entonces manda un mensaje al vicario para que venga a su celda y contarle lo sucedido, acudiendo don Pedro de Chaves y Abreu que, además de ser la máxima autoridad eclesiástica, tenía a su cargo el Comisariato del Santo Oficio de la Inquisición. Este aprueba que saquen al Cristo y ordena a los carpinteros que inmediatamente se pongan a trabajar en las andas, en los talleres que se encuentran atrás de la ermita de San Bernardo. Pronto llevan las andas hacia la iglesia matriz, donde en la sacristía, el vicario se coloca el sobrepelliz y con la diestra se acomoda el bonete. Sacan al Cristo por primera vez en procesión y, como los hechos de la realidad están tan cerca de lo mágico, que ambos planos se confunden. Dice Arenas que nadie puede olvidar el momento en que el señor desciende, sobre los hombros de su grey, los escalones del atrio. Y al volver sus ojos hacia la virgen esperándolo en la plaza mayor, advierten una dulce placidez. La escena, en la memoria de unos cuantos seres allí reunidos, se transmitirá de padres a hijos, como se transmiten y heredan las creencias y las costumbres muy antiguas. Los temblores desaparecieron y la unión del Señor y la Virgen continuaron hasta nuestros días con el nombre “Del Milagro”.


En 1844 los temblores se volvieron a suceder, por lo que las imágenes fueron sacadas en procesión haciendo que los mismos se aplaquen. Pero ¿Qué había ocurrido ese año? Justamente en 1844 las Fiestas Del Milagro se habían postergado hasta el mes de octubre, porque recién el día 7 de ese mes pudo ser colocado el Señor en su nueva cruz de rayos resplandecientes que se habían mandado a preparar por los plateros de la ciudad; además de habérsele tejido una hermosa túnica bordada en oro y recamada de piedras preciosas. Y fue dos días después del novenario y la procesión, el día 18, a las hs. 22,30, en que la tierra comenzó a sacudirse y quebrarse y por sus grietas a brotar agua, dejando en ruinas a nuestra ciudad, la de Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Más de 1.500 personas salió de San Bernardo a la Catedral, caminando de rodillas. Los temblores duraron hasta el día 27 de octubre. En ese lapso se produjeron actos de fe, donde mujeres, hombres y niños, hacían confesión de sus pecados y oraban, vestidos de cilicio (que es la faja de cerdas o de cadenillas de hierro con puntas, ceñida al cuerpo junto a la carne, que para mortificación usan algunas personas) y descalzos. Al año siguiente (1845) la autoridad eclesiástica con el gobierno de la provincia, firman el pacto de fidelidad por el que se comprometen al festejo oficial de los actos Del Milagro todos los años con novena y procesión los 15 de septiembre.


Es esta, amigo lector, otra vista de los que fueron los sucesos que hoy celebramos como las Fiestas Del Milagro.


FUENTES:

CADENA DE HESSLING, María Teresa. HISTORIA ILUSTRADA DE SALTA. 2DA. Edición Actualizada. Ed. Printer S.A. Buenos Aires. 1994.

POMA, Eduardo R. HISTORIA DE METAL Y DE LA FRONTERA SALTEÑA, 2da. Edición. Ed. Centergraf S.R.L. Salta. 1995

TORRE REVELLO, José ESTECO Y CONCEPCION DEL BERMEJO DOS CIUDADES DESAPARECIDAS. Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Buenos Aires. 1943

ARÁOZ ANZOÁTEGUI, Raúl. MEDALLONES DEL MILAGRO. De las páginas dispersas de un viejo periodista. Animus Meminisse Horret (El alma mía se horroriza al recordarlo). Ed. Limache. Salta. 1971.

Los dibujos que se muestran fueron extraídos del libro de Aráoz Anzoátegui y son originales de JORGE HUGO ROMAN.

Planos y fotografías extraídos del blog PROFESOR DANIEL ALBERTO CHIARENZA http://www.google.com.ar/imgres?imgurl=http://3.bp.blogspot.com/_e2vg19PMiM4/Sq1U_BXPS4I/AAAAAAAADL0/Ur3OouiFuJI/s400/esteco3.jpg&imgrefurl=http://profesor-daniel-alberto-chiarenza.blogspot.com/2010/09/13-de-septiembre-de-1692-desaparicion.html&usg=__V56lTjFFka5hXCsUXaCBjq-rjIU=&h=232&w=320&sz=19&hl=es&start=7&zoom=1&um=1&itbs=1&tbnid=NBe3qL1uB_s4KM:&tbnh=86&tbnw=118&prev=/images%3Fq%3DESTECO%26um%3D1%26hl%3Des%26rlz%3D1R2ADFA_esAR343%26tbs%3Disch:1

2 comentarios:

  1. EXCELENTE REDACCION QUE SIRVEN BASTANTE PARA AQUELLAS PERSONAS QUE NO CONOCEN NUESTRA HISTORIA SALTEÑA.

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